Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia. Lo conoces: Mario Benedetti (1920 -2009). Este escritor y poeta uruguayo nos dejó en forma de palabras consejos que nunca deberíamos olvidar. Lo dijo Mario… Ríe. Mandó un –serio– mensaje a los que se empeñan –porque sí– en estar tristes. (“No hay alegría más alegre que el prólogo de la alegría”). Para que así dejaran de estarlo (sin estarlo). Y a los “otros” les invitó a contagiar al mundo de su forma de “ver” y “sumar”. (“Contra el optimismo no hay vacunas”). Antes de una sonrisa, existió una sonrisa. No dejes de reír (nunca). Sueña. Soñar sirve para eso: para soñar. Y aunque algunas cosas nunca pasarán, es bonito despertar olvidándolo. (“Si el corazón se aburre de querer para qué sirve”). Quizás hagas lo imposible. Lo imposible (‘im’ de ‘in’: dentro) vive dentro –en el interior– de lo posible. Por eso: Sueña. Los sueños viajan rápido. El tiempo, también. (“Cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo”). Vive (siempre) soñando. Late. La intuición también sabe de latidos. Y de errores. (“Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano, es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón”). La razón y la duda suelen caminar de la mano. (“En la razón sólo entraran las dudas que tengan llave”). Entonces, duda. Dudar es buscar. Buscar es dudar. No lo “dudes”: Late y busca. Busca(te): El que teme al silencio se teme a sí mismo. Dicen que una vez el silencio le habló a la soledad. Le mandó un susurro. Que, tal vez, hayas oído, alguna vez. Escucha qué dice tu soledad. (“Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio”). Y no busques lo que ya tienes… en ti. (“Cuando el infierno son los otros, el paraíso no es uno mismo”). Quizás, esta vez, te“buscará” a ti. Intenta. Se puede aprender a leer lo que no está escrito. (“No sé tu nombre, sólo sé la mirada con que me lo dices”). Se puede aprender a caer. Levantarse, es algo innato. También aprender a equivocarse. Y luego a rectificar. Deberíamos aprender a virar el rumbo. A tutear al destino. Cada día. No temer la derrota. Tampoco, la retirada. La felicidad no sabe de sufrimiento. La alegría nunca supo estar triste. (“Los sentimientos son inocentes como las armas blancas”). Sólo intenta todo (o mejor: casi todo). Duda. Todo es cuestionable. Incluso, tus verdades. (“No vayas a creer lo que te cuentan del mundo -ni siquiera esto que te estoy contando- ya te dije que el mundo es incontable”). A veces las palabras no son suficientes. Duda de todo (menos de ti). Viaja. Siempre que puedas, ve. Camina. Escucha al otro. Crece con él. Hay diferencias iguales. Y demasiados prejuicios. Los viajes son una sabia medicina. (“¡Si uno conociera lo que tiene, con tanta claridad como conoce lo...
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